Una visión de la cadena de Gran Consumo en España
Hablar de Gran Consumo es hablar, en términos generales, de grandes volúmenes, de altas rotaciones, y de productos con un corto ciclo de vida y de reposición en el punto de venta. Ello requiere una gestión de excelencia tanto a nivel individual —por parte de cada uno de los actores— como global de toda la cadena. Implica inversión en procesos productivos, para alcanzar un buen equilibrio resultado-eficiencia; esfuerzo en optimización logística para la minimización de trayectos recorridos y del espacio y peso de los productos; la transformación de procesos y adaptación
a la omnicanalidad, ya dada por supuesta por parte del cliente; y la apuesta por cada vez más sofisticados sistemas de información que apoyen todos
estos procesos.
Por el hecho de tratarse de productos de uso altamente frecuente y de primera necesidad, se integran en la vida cotidiana, se comercializan en entornos predominantemente urbanos y residenciales y tienen un impacto significativo en la movilidad: hay que hacer llegar desde el lugar de producción hasta el punto de venta —y el domicilio— millones de productos, cada día.
Desde este punto de vista, el consumidor es cada vez más consciente, y por ello, más exigente, con los agentes de la cadena en el desempeño por
parte de las empresas y en los productos que éstas comercializan.
La exigencia en el desempeño de las empresas que forman parte de la cadena se manifiesta en la demanda de responsabilidad. En unos tiempos en
los que la calidad del producto y la seguridad ya están garantizadas, ahora la atención se pone en la ética y la sostenibilidad ambiental. Consumir pocos o los mínimos recursos, ofrecer productos con un envase reciclable o reutilizable, la eficiencia energética, son aspectos que anteriormente solo
concernían a las empresas; y ahora son una causa colectiva.
En cuanto a la exigencia en las propiedades saludables del producto en las categorías de alimentación y bebidas, es consecuencia de la prevalencia de sobrepeso, obesidad, alergias e intolerancias, y en general por la cada vez más demostrada causa-efecto de los hábitos dietéticos en la salud de la población. En el ámbito de la higiene personal y del hogar, de la misma manera, hay una sensibilidad cada vez mayor a la inocuidad y las composiciones naturales.
El consumidor ha pasado a ser, de un ente pasivo que se limita a informarse y escoger entre las opciones a su alcance en el punto de venta, a un agente con un papel activo en la definición y formulación de nuevos productos. Observa con una visión crítica la evolución del sector y lo reta a conjugar competitividad y responsabilidad.