Carlos Cabrera, Director general del Institut Cerdà
El profesor del Departamento de Psicología de la Universidad de Harvard, Steven Pinker, a la pregunta sobre qué tema le había sido más difícil escribir, respondió que sobre desigualdad económica: “es un problema donde la gente que piensa correctamente está de acuerdo que es donde está la raíz de todo mal, pero al mismo tiempo es un tema intelectualmente diabólicamente complejo, mucho más de lo que la gente reconoce”.
Por ejemplo, detrás de grandes cifras a nivel español, el Indicador de Desigualdad Económica S80/S20 (relaciona los ingresos obtenidos por el 20% de la población con mayores ingresos con los ingresos del 20% de la población con los ingresos más bajos) pasó de 5,2 en 2004 a 6,0 en 2018, se oculta una realidad social mucho más compleja, el acceso a la vivienda, la integración social de la inmigración, el acceso a las nuevas tecnologías o a la educación.
Igualmente, para hacer frente a los desequilibrios actuales será necesario adaptar a cada realidad social y territorial conceptos como la Sociedad del Bienestar o el New Green Deal, a riesgo de que creen nuevas desigualdades o una mayor fractura social.
La pandemia de la Covid-19 (aún estamos lejos de hablar de salida) no está haciendo más que tensar aún más las desigualdades de nuestra sociedad pues ni todos estamos en las mismas condiciones ni estamos siendo afectados de la misma manera. Prueba de ello son los trabajos con una elevada componente estacional (por ejemplo, el turismo o la hostelería) o la brecha digital y su incidencia en el acceso a la información, la educación o el teletrabajo.
Especial mención tiene, una vez más, el acceso a la vivienda, si bien hubo quien pensó, erróneamente por cierto, que la leve recuperación económica experimentada en los últimos años iba a solventar el problema, los males endémicos como son la integración de la inmigración, un precio asequible para los colectivos más desfavorecidos o los datos del aumento del paro, y lo que es más preocupante de la bolsa de personas en Expedientes de Regulación de Empleo, hace prever unos meses y años por delante muy complejos.
El reto pues no es menor y no puede depender únicamente de las políticas o iniciativas públicas, demasiado lentas y, en la mayoría de las ocasiones, limitadas por sus propias barreras económicas, administrativas y legales. Es por ello, que será necesario contar con la colaboración entre el sector público y privado y entre el propio sector privado, y que será necesario ajustar a las circunstancias y necesidades de cada entorno social, económico y ambiental. Es un reto no exento de dificultades, pero, acogiéndonos a un proverbio chino: “el mejor momento para plantar un árbol fue hace 20 años. El segundo mejor momento es ahora”. No podemos esperar.